miércoles, 5 de octubre de 2022

LISSET MONTORO: REMEMBRANZA A SU SEÑOR PADRE

 * Remembranza de mi padre *

Llevo conmigo las anécdotas locas de tus (forzadas) estadías en recónditos lugares de nuestra sierra y selva peruanas, como Huancavelica y Yurimaguas, y las memorias de todos los viajes a los que me llevabas, que probablemente instaron en mí esa pasión por el viaje y la exploración, cada vez más lejos, cada vez más lejos... Un hombre muy complejo, como todos, con defectos, virtudes y peculiaridades. Un excéntrico incomprendido, a veces diciendo más de lo que la situación merecía, a veces no diciendo nada por horas. A veces muy centrado en ti mismo, a veces muy generoso con quien necesitara tu ayuda.

A pesar de nuestras diferencias, que me impulsaron a buscar mi independencia muy joven, nuestra relación se hizo más estrecha y confiada, curiosamente, con el tiempo y la distancia. Te pregunté más sobre tu vida, tu carrera, tus aspiraciones, los recuerdos más felices que tenías. Llegué a contarte por primera vez sobre mis propias batallas, y me diste tu apoyo incondicional. Llegué a decirte lo mucho que te admiraba –defectos de lado- por todo lo que lograste solo, un jovencito de la sierra ancashina llegado a la capital con el sueño de convertirse en policía de investigaciones. Qué hermoso que en Lima tuvieras el gran apoyo de tu hermana mayor Zoila Octavia Montoro Garcia, quien siempre te protegió, hasta el final.

Durante nuestra estadía en Colombia llegué a conocerte más. Esa noche al frente de la piscina en Santa Marta me contaste sobre tu trayectoria como policía de investigaciones del Perú (PIP), luego parte de la Policía Nacional del Perú, entidad a la que siempre te sentiste muy orgulloso de pertenecer, y en la cual hiciste amigos para toda la vida, a los que he tenido la suerte de conocer, y quienes te recuerdan con mucho cariño. 

A veces no te creía las historias bizarras que contabas, por ejemplo, de ese “pez canero” parasitario de los ríos amazónicos que se metía por las partes íntimas de los nadadores, razón por la que nunca te metías al río, y probablemente la razón por la que -ahora entiendo- nuestros guías turísticos no se metieron al río Amazonas cuando unos amigos y yo decidimos nadar con los famosos delfines rosados, ups. O de esa costumbre en alguna tribu en la que al dar a luz la mujer, era el hombre el que se encamaba y la tribu lo atendía a él (¡indignación si es cierto esto! 😃). Y cuánto nos reíamos cuando contabas que a los pobladores locales les creíste la broma de un “pollito endemoniado” muy chiquito que entraba a los hospedajes por las rendijas, y que por eso aquella primera noche en la selva casi te derrites de calor a más de 40 grados después de bloquear con trapos y papel todas las posibles entradas para “pollito endemoniado” a tu habitación.

Papi, cuánto extraño tus anécdotas, y cuánto extraño tu presencia, aún a la distancia. Quizá más aún a la distancia.

Te perdono todo lo que hay que perdonar, y te quiero sin límites.

LISSET MONTORO

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