DIA DEL CADETE ENIPITA - LA HISTORIA
21 DE MAYO, DÍA DEL CADETE PIP
Carlos empezó a despertar, uno a uno, a los alumnos más caracterizados de la promoción. Teófilo despierta, Juan despierta…. y así, cinco de ellos amodorrados aún por el pesado sueño en una noche fría y sin luna, arrastrando sus pies como fantasmales figuras, se reunieron al costado del camarote del cholo “Monoyama” (mitad negro, mitad llama), quien fastidiado por el murmullo de sus voces, torció la boca y se volteó jalando la frazada para abrigarse mejor. El servicio de imaginaria a una indicación de su brigadier se dirigió a la puerta para vigilar el largo corredor apenas alumbrado por la tenue luz que despedía una desgastada lámpara petromax, para evitar ser sorprendidos en pleno conciliábulo.
“Tiene que ser mañana”, dijo Teófilo. Agregó “ hoy está de servicio el miserable del Teniente Camargo y con toda seguridad nuestra demanda le acarreará más de una sanción y antecedentes negativos en su foja de servicio, por falta de control, carácter y capacidad para enfrentar situaciones de conflicto”
¡Que se joda!, susurró con energía el “charapa” Mendoza
Sí, ¡que se joda! manifestaron los demás al unísono, sumando sus voces apagadas.
Rompiendo el silencio nocturno el ruido del motor de un vehículo que parecía estacionarse frente al portón de la Av. Los Incas los sobresaltó. El “charapa” más ágil que los demás y acostumbrado a trepar árboles en su natal oriente, se aupó a la pared y a través del vidrio confirmó las sospechas. “Es el maldito del Teniente Camargo con su viejo Ford” espetó.
“Bien, entonces está decidido, seremos parte de la historia Enipita” dijo Teófilo, el brigadier general y más antiguo de su promoción.
Juan intervino: “Todos nosotros debemos correr la voz en nuestras respectivas secciones. No debe ser una actuación de conjunto porque sería tomada como un motín y un acto de rebeldía que podría acarrear penosas consecuencias para el batallón, pero sí, en el momento oportuno tenemos que apoyar la decisión que adopte nuestro representante. Cuidado con los traidores que nunca faltan. Mucha cautela para no pisar en falso y que el plan aborte”. Los circunstantes asintieron con un movimiento del mentón. Lentamente volvieron a sus respectivos camarotes.
Todos ellos eran conscientes que su determinación marcaría una etapa histórica en la vida académica de la antigua Escuela Nacional de Policía y que se jugaban su futuro profesional, puesto que si no se conducía el movimiento de una manera adecuada, firme pero ordenada, serían objeto de severísimas sanciones que podrían culminar con su expulsión deshonrosa del centro de estudios policiales debido a su condición de dirigentes de la justa demanda reivindicatoria. Así, orillando pensamientos inquietantes…, pero convencidos de que su acción reclamante era necesaria para cesar de una vez y para siempre las postergaciones y los arbitrariedades de que eran objeto todos los días ellos y sus compañeros por el solo hecho de pertenecer al Cuerpo de Investigación y Vigilancia, que en ese entonces preparaba sus oficiales de investigaciones en una Sección de la Escuela Nacional de Policía, alma máter de la Guardia Civil;… lentamente fueron acogidos por un sueño profundo que presagiaba momentos de gloriosa recordación intemporal para los miembros del CIV y de la futura Policía de Investigaciones del Perú.
A mitad de la jornada del mismo día de Mayo y continuando con la rutina, los Cadetes de la Guardia Civil empezaron a desfilar con dirección al salón de comidas, desde los años más avanzados hasta los rezagados de la última sección. Los Técnicos y alumnos de la Escuela de Detectives del Cuerpo de Investigación y Vigilancia seguían formados esperando que los señores cadetes GC terminaran su rancho para que recién el primer alumno del cuarto año de la Escuela del CIV pudiera disponer que sus compañeros y subalternos pasaran a tomar sus alimentos al tradicional comedor.
Estando en su interior, el Brigadier General, Técnico Teófilo Aliaga Salazar, tiró la charola con fuerza sobre el lustroso piso diciendo con estentórea y emocionada voz, que se escuchó hasta la última mesa del recinto: “Esto es una afrenta y no la vamos a tolerar más. Esto se acabó”
Julio, su compañero de clase y uno de sus amigos más cercanos lo vio y quiso acercársele para apoyar su gesto. En ese momento entró al recinto el desgraciado del Teniente Camargo. Julio retrocedió y volvió a su lugar.
¡Que pasa aquí, carajo! ¡Brigadier Aliaga! ¿ quien ha tirado la charola al piso?. Antes de que el aludido contestara agregó: al pobre diablo que lo haya hecho lo voy a desmierdar, ¡por la gran puta! ¡ qué se habrá creído!.
Teófilo impasible escuchó la insultante y blasfema amenaza. Miró lentamente a su alrededor y advirtió que todos los técnicos-alumnos tenían puesta la vista sobre él. Era el momento que habían esperado durante mucho tiempo. No podía dejar pasar la oportunidad; además, él no le tenía ningún tipo de temor al increpante, a quien desde el primer día que lo conoció lo distinguió como un oficial abusivo y prepotente y muchos eran los alumnos de la Escuela Nacional de Policía, especialmente sus compañeros de la Escuela de Detectives y de Auxiliares del Cuerpo de Investigación y Vigilancia que habían sufrido vejámenes y excesos de su parte. Sintió como la sangre encendía su rostro y sus manos se crispaban de indignación. Se levantó de la mesa y adoptó la posición de atención. El Teniente Camargo se puso a un costado de él y con mirada desafiante y gesto altanero volvió a preguntarle en voz alta, con un tono ofensivamente ruidoso y ronco: ¡ Quién!, ¡dígame Quién! .
Teófilo tomó aire y con voz enérgica y clara le contestó: ¡Yo!, Teniente Camargo, he sido yo, quien lanzó la charola al piso, y lo hice porque como Brigadier y primer alumno de la Escuela de Detectives, tengo la obligación moral de protestar por la discriminación y el rezago que venimos padeciendo durante muchos años los técnicos y alumnos de esta Escuela.
El Teniente Camargo se puso verde de cólera y sus ojos parecían salirse de sus órbitas de pura ofuscación. ¿Está usted loco, Brigadier Aliaga?, usted sabe que esta acción tiene un nombre, esto se llama insubordinación y es un evidente acto de indisciplina. Le ordeno que inmediatamente recoja la charola del piso y la ponga sobre la mesa.
Teófilo giró en dirección del oficial y estando frente a él, le dijo con digna mirada: “No lo haré, es más, tampoco tengo la obligación de obedecerle. Usted es un oficial instructor perteneciente a la Guardia Civil y yo un Cadete de la Escuela de Detectives; nosotros, por línea de comando, tenemos el derecho de tener como instructores a oficiales de nuestro propio Cuerpo de Investigación y Vigilancia.
En ese momento, todos los técnicos y alumnos detectives empezaron a golpear las ollas soperas con las cucharas, provocando un ruido monocorde, estruendoso y desagradable. El Teniente Camargo viendo que la situación se estaba volviendo peligrosamente tensa optó por abandonar el lugar, no sin antes amenazar a Teófilo con darle de baja y ordenarle que se presentase inmediatamente ante la dirección de la escuela.
Teófilo fue rodeado por sus compañeros de promoción quienes le hicieron saber su apoyo incondicional. Nuevamente tomó el mando y ordenó: ¡Hoy, nadie come!. Uniendo la acción a la palabra vertió el contenido de su charola al interior del recipiente sopero. Dio media vuelta y salió. El conjunto de Técnicos y alumnos imitaron el claro mensaje de la protesta. Las abolladas ollas se llenaron de comida. Se escuchó entonces un aplauso, luego otro y otro, finalmente todos los presentes batieron palmas. Nunca antes se habían sentido tan dignos y orgullosos. Se levantaron de sus sillas y ordenadamente y en silencio salieron los altivos pero frustrados comensales en dirección a sus cuadras.
Mientras tanto el Teniente Camargo se dirigió a la Dirección de la escuela en busca del director, el Gral GC Luís Rizzo Patrón Lembeck y estando en su presencia le narró detalladamente los pormenores de la conducta del Brigadier Aliaga, agregando algunas señas de su invención con un deshonroso ánimo difamatorio. El alto oficial carraspeó y dispuso que los integrantes del ente consultivo de la Escuela se presentasen a su Despacho. Estando reunidos trataron el tema y concluyeron que dadas las circunstancias lo más conveniente sería desalojar a los indisciplinados y que fueran a cualquier lugar lejos de la Escuela Nacional de Policía.
El día 21 de mayo de 1,957, entre risas, lágrimas y algarabía juvenil los alumnos de las Escuelas de Detectives y de Auxiliares de Investigaciones del CIV esforzadamente iniciaron la mudanza. Al fin podrían ostentar con orgullo el título de Cadetes, que en la Escuela Nacional de Policía estaba reservado para los Guardias Civiles. Desde la reforma policial de 1922 los alumnos de la Escuela de Detectives del CIV no estaban considerados como Cadetes sino como Técnicos-Alumnos. Ese mismo día se instalaron en su propia Escuela de detectives y de Auxiliares de Investigaciones que en conjunto formaron la Escuela Nacional de Investigación Policial (ENIP), funcionando dicha escuela en un local situado en la Avenida México del distrito de la Victoria, frente a la G.U.E. Pedro A. Labarthe. y que años después cedería al Instituto Pedagógico Nacional; cuando los miembros del CIV donaron su sueldo de un mes y construyeron con sus manos y sus propios sudores, con estoicismo y plausible civismo, pletóricos de amor institucional, su nuevo local ubicado en la Avenida Aramburú Nº 550 en el distrito de Surquillo, el mismo que fuera inaugurado el 5 de Abril de 1962 con el nombre de Centro de instrucción de la Policía de Investigaciones del Perú (CIPIP). Esta fue la culminación de un viejo anhelo y un necesario corolario a la nueva denominación del CIV que el 3 de Junio de 1960, después de aprobarse su nuevo Reglamento General, viera cambiar su nombre por el de "Policía de Investigaciones del Perú" (P.I.P.).
Luego de una semana de ocurridos los hechos, el Cadete CIV Teófilo Aliaga Salazar (TAS) abandonaba el oscuro calabozo de la Escuela Nacional de Policía, luego de cumplir una abusiva sanción por ser considerado el gestor y ejecutor del trascendente motín. TAS con su frazada bajo el brazo volvió su mirada y leyó en la sucia pared de la fría mazmorra, por última vez, aquel escrito lleno de sabiduría y protesta: “ Sólo tienen el desolado privilegio de no haber errado jamás, los que nunca han hecho nada”. Cruzó los añosos pasillos de la vieja escuela, bajo las sombras fugaces abortadas por los viejos artesonados de sus techumbres. Lentamente avanzó hasta el ambiente del servicio de centinelas, notando que ocho elegantes cadetes GC, vistosamente ataviados, estaban formados en fila con sus máuser original peruano en posición de descanso. Al verlo, los jóvenes lo reconocieron y sin mediar orden alguna se pusieron en atención y levantando sus viejos fusiles le presentaron armas. TAS siempre con la mirada en alto saludó el gesto y gruesas lágrimas de joven león humedecieron sus mejillas...ESTA MISMA HISTORIA ME FUE CONTADA POR EL SR. TNTE.GRAL JESUS HUMBERTO FUENTES LOPEZ, QUIEN ESTUVO TAMBIÉN PRESENTE EN ESE HISTÓRICO DÍA DEL 21 DE MAYO 1957.
No hay comentarios:
Publicar un comentario